Crecer en NPH Bolivia

Mike* llegó con 11 años al programa residencial de NPH Bolivia junto con sus hermanos. Ahora mira atrás, y nos explica como fue llegar a NPH y como ha sido crecer en esta familia.
Mike escribe una carta a sus padrinos

Llegué a NPH Bolivia en 2016 a los 11 años de edad. En mi familia no estábamos muy bien económicamente, mi madre nos cuidaba sola, y nosotros somos cuatro hermanos, no había mucho dinero. Ella solía ir a trabajar todo el día y yo me quedaba cuidando a mis hermanos.

Recuerdo el día en el que la defensoría de la niñez vino a la guardería donde estaba con mis hermanos, vinieron y nos sacaron. Fue un momento muy triste porque nos estaban separando de mi mamá. Ellos nos llevaron a un hogar en Santa Cruz y nos iban a separar, pero mi mamá no quería eso, así que contrató una abogada y ella fue la que encontró NPH, y nos trajeron a este lugar. 

Cuando vivía en mi casa yo cuidaba a mis hermanos, esa era mi responsabilidad. A los dos mayores los llevaba a la escuela y al que quedaba, lo cuidaba en mi casa. Hacía el almuerzo, para que mis hermanitos llegaran a comer, por la tarde atenderlos, que hicieran sus tareas y deberes. Me costaba un poco, sobre todo con la comida, a veces no había carne y yo hacía sopa, a ellos no les gustaba y no querían comer.  

Al llegar a NPH nos recibió una educadora, que nos cuidó y fue muy amable. Me gustó llegar porque veía a más niños jugando por el patio, en las canchas, había muchas actividades. 

Mike* y Melisa* juegan al UNO durante una de los visitas familiares

Actualmente, mi vida ha cambiado muchísimo, aprendí muchas cosas en NPH, siento que me he desarrollado y he madurado. Soy responsable con mis deberes y responsabilidades, siento que soy más atento con la limpieza. Descubrí muchas pasiones, me gusta cocinar y quiero ser un emprendedor. 

Desde que se inició el programa de empoderamiento familiar aquí en el hogar, me siento más cerca de mi madre y mis hermanos. Aunque la relación nunca se rompió porque ella siempre se daba el tiempo de venir a visitarnos y de saber cómo estábamos, el contacto era más limitado. Ahora hay más acercamiento, incluso con familiares, podemos ir a visitarlos. Las primeras veces fue muy emotivo, con algunas lágrimas, feliz y triste. Ahora puedo visitarla más seguido, eso me pone contento. 

Siempre veo el lado bueno, todo lo que tengo y he aprendido es gracias a NPH y a las personas que lo hacen posible, los padrinos, voluntarios y a todos los que vemos trabajando. Estoy agradecido. Para mí Nuestros Pequeños Hermanos es una gran familia, y es parte de mi familia. 

*Todos los nombres han sido cambiados por protección.

¿Te gustaría apadrinar y empoderar a un niño de los programas de NPH?

Artículos relacionados