Testimonio del Padre Rick Frechette tras el huracán Matthew
Estimados amigos y familiares,
Desde el día después del huracán Matthew, hemos estado luchando para responder a muchas peticiones de ayuda, sobre todo de los amigos y conocidos.
Una de estas peticiones ha sido la llamada del Padre David Fontaine, un hermano sacerdote que estaba pidiendo ayuda para las tres poblaciones que habían sido completamente aisladas: D’Asile, Gran Boucan y Baraderes.
Tras del paso del huracán Matthew, mientras viajaba a Abricot (Jeremy) y a Dame Marie para visitar las comunidades más devastadas en las que tenemos escuelas y centros de salud (cortando los árboles caídos que nos encontrábamos por el camino para poder acceder), estuve tratando de conseguir un helicóptero que nos permitiera llegar a las comunidades de D’Asile, Gran Boucan y Baraderes.
El helicóptero todavía no ha llegado. Así que decidimos ir por tierra. Después de un primer intento fallido de llegar a D’Asile por tierra, finalmente fuimos capaces de llevar comida y agua a este lugar. Eso sí, quemando dos neumáticos de los camiones y atascándonos con el barro del cruce entre dos ríos durante el trayecto.
En cuanto a las comunidades de Grand Boucan y Baraderes, decidí que intentaría llegar en barco al no haber sido posible conseguir un helicóptero. Así pues, cargamos 500 sacos de arroz y 500 sacos de agua (con 60 bolsas pequeñas x saco) y Raphael, el Padre Enzo y otros voluntarios nos dirigimos hacia Petit Trou de Nippes, donde íbamos a dormir en la casa parroquial y para poder partir en barco a la mañana siguiente hacia Grand Boucan y Baraderes.
A las 10 pm la noche anterior, estábamos a punto de llegar a la casa parroquial del pequeño pueblo de Petit Trou de Nippes cuando, en medio del pueblo, explotaron dos neumáticos del pesado camión en el que íbamos. Al principio, la gente del pueblo se asustó, pero luego sonrió al darse cuenta de que este camión, con destino a otro lugar, era ahora su recompensa.
Fueron llegando personas y se colocaron alrededor del camión. Este camión fue contratado sólo para este viaje, y el conductor no tenía una llave de tuercas o un gato para cambiar los neumáticos. Tuvimos que enviar a algunos de nuestro equipo en motocicleta para encontrar a algunos “hombres de neumáticos” que podían tener el tamaño adecuado para levantarlo.
En medio de la nada, el cambio de los neumáticos nos llevó aproximadamente 2 horas. Durante ese tiempo, algunos jóvenes armados llegaron a hacer su reclamo. Ya habíamos perdido uno de nuestros convoys con ayuda humanitaria, que nos robaron a punta de pistola en Carrefour Charles y Corail.
Así que estábamos completamente en sus manos. Y luego ocurrieron dos cosas.
Una niña llamada Genevieve*, que había sido sometida a una cirugía en el hospital St. Damien a causa de una enfermedad cardiaca, reconoció el Padre Enzo y lo llamó. Los hombres armados vieron como la niña enferma se aproximaba al Padre Enzo y ellos también abrazaron al cura.
Al mismo tiempo, Raphael reconoció a uno de los bandidos como su antiguo compañero de barrio. Rafael sacó un poco de ron que compartimos entre todos y, a continuación todo fluyó entre nosotros.
Fuimos liberados.
Finalmente llegamos a la casa parroquial, una víctima del huracán, el Padre Luckson nos dejó pequeños colchones, para tratar de dormir un poco, si conseguíamos no ser devorados por los mosquitos.
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Entonces, el Padre Lukson me invitó a visitar la iglesia. Dijo que quería mostrarme algo.
Explicó que la iglesia fue construida por accidente, en la década de 1.600, a raíz de los barcos embarrancados que se cruzan por esta zona con el objetivo de construir una catedral en Jeremy. Como se quedaron allí, decidieron construir un almacén, que más tarde se convirtió en una pequeña ciudad, adornada por una Iglesia. La Iglesia de la Natividad.
Y sobre el altar, había una pintura original de Leonardo Da Vinci, mostrando un bebé en pañales junto a su madre y su padre.
La pintura estaba completamente estropeada y deteriorada. Si un procurador de un museo la viera, le daría un ataque al corazón. Y como es lógico, no hay restauradores en Petit Trou de Nippes.
A primera hora de la mañana nos dirigimos a los barcos que alquilamos por teléfono. No teníamos ni idea de su tamaño, ni de su estado de navegabilidad.
Pronto vimos que las fugas que tenían los barcos podrían cubrirse fácilmente por un cubo. Empezamos a cargar los barcos con los sacos de arroz y agua. El primero comenzó a inclinarse y parecía que iba a volcar. La gente que observaba empezó a vitorear. Pensaban que el viaje no sería posible, y que la ayuda humanitaria sería para ellos.
Víctimas aisladas por el huracán. Lamentablemente, no pudimos hacer el segundo viaje a Baraderes. El cura de Baraderes, el Padre Jean Philippe, llamó y dijo que no podía controlar a los ladrones que había en su muelle.
Cuando oí esto pensé, si él hubiera crecido con uno de los ladrones. Si hubiera abrazado a uno de sus hijos cuando estaban enfermos. Si hubiera compartido una pequeña botella de ron.
La verdad es que el mundo se puede salvar por lo que hacemos. La mejor manera de ir por la vida es construyendo puentes, forjando lazos, y abrazando a niños. Los que están abiertos a una nueva vida, al igual que un bebé nacido en medio de la oscuridad y de la crudeza de un país devastado por el huracán, verán cómo se construye una obra de futuro de esperanza.
Ahora estoy de vuelta, tratando de conseguir un helicóptero para Baraderes.
P. Richard Frechette
Puerto Príncipe, Haití
* Nombre de la menor, cambiado para proteger su privacidad.